Vulgaridades o basuras

Solíamos hablar, unos más y otros menos, de la televisión basura. Y no pocos llegaron a situar como musa de tal televisión a doña Belén Esteban. Al pairo de la cosa, uno de los más destacados filósofos actuales de nuestra España, Javier Gomá, reflexionando sobre la necesidad de ejemplaridad pública en este universo contemporáneo, ha llegado a pedir un respeto para la vulgaridad.

El ontólogo nos indica que «la vulgaridad es hija de dos padres importantes y respetables del siglo XX, el igualitarismo y la liberación». Ahora bien, el filósofo considera también la vulgaridad no como punto de llegada, sino como punto de partida. Y en ese punto de partida es preciso asumir el mandato de Rilke: «Hay que cambiar de vida».

El lema de la Academia de la Lengua sabemos que es «Limpia, fija y da esplendor». Un lema que con el primero de sus propósitos da por hecho que hay basura que recoger. Luego, da la sensación de que con el «fija» viene a recomendar que hay que tener las cosas claras; es decir, que hay que saber. Por último, con el «da esplendor» parece subrayar que hay que cultivarse.

No es mal lema el de la Academia, esa institución cultural regida por una fundación encargada de buscar los medios que le permitan cumplir los fines de limpiar, fijar y dar esplendor. El lema, la verdad, podría aplicarse al Estado en sus más altas misiones, que no dejan de ser las de limpiar la sociedad de basura, educar al personal y facilitar el que la ciudadanía sea culta. Va de suyo que todo esto también tiene que hacerlo la sociedad civil, pero donde la sociedad civil no puede llegar ha de llegar el Estado.

Hablando de academias, malos tiempos corren para ellas desde el punto de vista económico y tal vez sea el Estado el que tenga que echarles una mano. El SOS es generalizado, aunque todavía no han saltado las alarmas. Y, como las academias, hay otras instituciones culturales que estando regidas también por patronos, tienen muy serios problemas para subsistir adecuadamente. Instituciones de relieve, que son expresión del desarrollo cultural de Madrid. Y, por ende, de España.

Lo curioso es que estas instituciones son regidas por patronatos en los que están representadas las administraciones local, autonómica y central. Es el caso del Círculo de Bellas Artes. Pero algunos patronos se lavan las manos. Mientras, la vulgaridad va en aumento. ¡Qué duda cabe que hay que seguir a Rilke y cambiar de vida! Todos. O sea, emplearnos todos en la tarea de limpiar, fijar y dar esplendor.